 
Verónica Bolón Canedo es doctora en Ingeniería Informática y profesora en la Universidad de A Coruña. Su trabajo destaca por la aplicación de la Inteligencia Artificial (IA) a problemas reales, desde el diagnóstico médico hasta la sostenibilidad ambiental. A lo largo de su carrera, ha recibido reconocimientos como el Premio Dona TIC o el Premio Nacional María Andresa Casamayor, y lidera proyectos punteros como GREENING o la Cátedra INDITEX-UDC. En esta entrevista comparte sus motivaciones, desafíos y visión de futuro para una IA más ética e inclusiva.
P. Para comenzar, nos gustaría saber qué fue lo que te motivó a dedicarte a la Inteligencia Artificial. ¿Fue una vocación desde tus inicios en la informática o un interés que surgió más adelante?
Yo no tenía realmente ni una vocación por la informática ni por la inteligencia artificial (que en ese momento era una gran desconocida). De hecho, empecé a cursar ingeniería de telecomunicaciones en Vigo, pero al cabo de unos meses descubrí que no me gustaba y al curso siguiente me cambié a ingeniería informática en la Universidad de A Coruña. Yo nunca había tenido un interés especial por andar en las tripas de los ordenadores, pero descubrí una carrera que realmente trata de resolver problemas con herramientas informáticas. Cuando estaba en cuarto curso tuve una asignatura que se llamaba Inteligencia Artificial y me fascinó. Entonces, cuando fue el momento de hacer el Proyecto Fin de Carrera, quise hacerlo en ese tema y… hasta hoy.
P. Tu trayectoria destaca por la combinación entre investigación puntera y su aplicación a problemas reales, como el diagnóstico médico o la protección ambiental. ¿Qué importancia crees que tiene la transferencia del conocimiento a la sociedad en la investigación en IA?
Yo creo que hace falta un equilibrio entre ciencia básica y ciencia aplicada; personalmente yo disfruto de las dos partes. Pero es cierto que cuando sabes que se va a aplicar a un problema real, parece que es más enriquecedor. Por supuesto, es absolutamente necesario que los avances que se hacen en los laboratorios puedan tener una salida, a más corto o largo plazo, para resolver los problemas de la sociedad, ya que ese debería ser siempre el fin último.
P. Lideras proyectos como GREENING o la Cátedra INDITEX-UDC, centrados en la IA sostenible. ¿Se puede hablar ya de una conciencia ecológica real dentro del campo de la Inteligencia Artificial? ¿Qué papel deben jugar los algoritmos verdes en el futuro de la tecnología?
Sí, lidero proyectos como GREENING o la Cátedra INDITEX-UDC, que tienen como eje la Inteligencia Artificial sostenible, y la verdad es que cada vez hay más conciencia ecológica dentro del ámbito de la IA, pero aún queda mucho camino por recorrer. Durante muchos años, la eficiencia energética o el impacto ambiental apenas se tenían en cuenta a la hora de diseñar algoritmos o sistemas inteligentes. Por suerte, esto está empezando a cambiar, tanto desde la investigación como desde la industria y las políticas públicas.
La IA tiene un papel creciente en todos los ámbitos de la sociedad, pero también consume cada vez más recursos: datos, capacidad de cálculo, energía. Si no actuamos ahora, corremos el riesgo de reproducir modelos tecnológicos insostenibles y profundamente injustos, en los que solo unos pocos actores tienen los medios para entrenar los modelos más avanzados. Por eso, los algoritmos verdes no son solo una tendencia o una mejora técnica: son una necesidad si queremos una IA más democrática, accesible y comprometida con el bien común.
Además, creo que los algoritmos verdes deben jugar un doble papel: por una parte, ser eficientes en sí mismos (esto es lo que llamamos enfoque green-in), y por otra, servir como herramientas para abordar retos ambientales, como la lucha contra el cambio climático o la mejora de la gestión energética (es lo que llamamos enfoque green-by). Esa visión integral es la que estamos promoviendo desde los proyectos que lidero.
P. Has recibido numerosos reconocimientos, como el Premio Dona TIC o el Premio Nacional María Andresa Casamayor. ¿Qué significado tienen para ti este tipo de distinciones, tanto a nivel personal como profesional?
Estos reconocimientos tienen para mí un valor muy especial, tanto en el plano personal como en el profesional. A nivel personal, son una fuente de motivación, sobre todo porque reconocen un camino que no siempre fue fácil: dedicarse a la investigación, liderar proyectos, y al mismo tiempo intentar hacer divulgación, formar estudiantes, o conciliar con la vida familiar, requiere muchas veces trabajar en silencio y con mucha perseverancia. Cuando ese trabajo se visibiliza y se valora, es muy reconfortante.
En el plano profesional, estos premios también tienen un significado importante porque dan visibilidad a campos que aún están en construcción, como la Inteligencia Artificial sostenible. Son una oportunidad para abrir conversaciones, para inspirar a las nuevas generaciones —especialmente a las niñas y jóvenes—, y para demostrar que se puede hacer ciencia de excelencia desde Galicia, desde lo público, y con compromiso social.
En definitiva, son un reconocimiento individual, sí, pero también colectivo: al equipo que me acompaña, a las instituciones que apoyan esta línea de trabajo, y a todas las mujeres que me precedieron y que abrieron caminos en un ámbito que históricamente les fue ajeno.
P. Su tesis doctoral fue premiada en varias ocasiones. ¿Qué aprendizajes o desafíos recuerda de esa etapa inicial como investigadora?
Pues la recuerdo como una etapa muy buena, la verdad, pero también muy desafiante. Introducirse en el mundo de la investigación, en el que todo era nuevo. Hacer estancia de investigación en otros países y adaptarse a otras formas de trabajar y otras culturas, conocer gente nueva… Pero solo puedo tener buenos recuerdos de esa época.
P. Eres referente en un ámbito aún muy masculinizado. ¿Qué dificultades o retos encontraste a lo largo de tu carrera por ser mujer investigadora en Inteligencia Artificial?
En mi trayectoria personal, tengo que decir que no me encontré con grandes obstáculos directamente por ser mujer. Siempre tuve la suerte de contar con buenos equipos, de trabajar en un entorno profesional respetuoso y de sentirme valorada por mi trabajo. Pero eso no quita que, desde muy pronto, fuese muy consciente de que estaba en un ámbito profundamente masculinizado.
Cuando comienzas a asistir a congresos, a participar en comités o a coordinar proyectos, te das cuenta de que la presencia femenina es mínima, sobre todo en puestos de responsabilidad o visibilidad. Eso tiene un impacto, porque la falta de referentes perpetúa la idea de que la tecnología o la IA no son espacios naturales para las mujeres, cuando no es cierto.
Por eso, aunque personalmente no sufrí discriminación directa, sí sentí la responsabilidad de abrir caminos, de hacer más visible el trabajo de las mujeres en la IA, y de contribuir a que las generaciones futuras tengan más referentes, más oportunidades y menos barreras invisibles. La diversidad, también de género, no es solo una cuestión de justicia: es clave para hacer una ciencia mejor, más creativa y más conectada con la sociedad.
P. ¿Consideras que se está dando la visibilidad suficiente al trabajo de las mujeres científicas en IA, o aún queda mucho por hacer?
Creo que se ha avanzado mucho en los últimos años en la visibilización del trabajo de las mujeres científicas en IA, y eso es positivo. Cada vez hay más espacios, premios e iniciativas específicas que ponen en valor el papel de las mujeres en la ciencia y la tecnología, y los medios también empiezan a darnos voz. Eso es importante, porque la visibilidad no es un premiar por el hecho de ser mujer, sino una herramienta para romper estereotipos, para inspirar vocaciones y para construir referentes.
Ahora bien, también creo que aún queda mucho por hacer. Muchas veces esa visibilidad es puntual, anecdótica o vinculada a días conmemorativos, pero no se traduce en cambios estructurales: seguimos teniendo menos presencia en posiciones de liderazgo, en comités de evaluación, en órganos de decisión o en las portadas de las publicaciones científicas más relevantes. Y sin esa visibilidad estructural, es difícil alcanzar una igualdad real.
Por eso, más allá de dar visibilidad, tenemos que garantizar que las condiciones de trabajo, las oportunidades y los reconocimientos sean realmente equitativos. Solo así dejaremos de hablar de “mujeres en la IA” como una excepción y pasará a ser algo natural y habitual.
P. Participas activamente en iniciativas como el proyecto Inspira STEAM para fomentar vocaciones científicas entre las niñas. ¿Qué estrategias crees que son más efectivas para romper con los estereotipos de género en la ciencia y la tecnología?
Sí, para mí participar en iniciativas como Inspira STEAM es una parte fundamental de mi trabajo, porque la igualdad no se construye solo desde los laboratorios o las publicaciones, sino también desde la educación y la inspiración. Es necesario actuar desde muy temprano, antes de que las niñas interioricen que ciertos caminos “no son para ellas”.
Creo que una de las estrategias más efectivas es precisamente el contacto directo con referentes próximos: mujeres que trabajamos en ciencia y tecnología y que compartimos con las chicas no solo lo que hacemos, sino también cómo llegamos hasta aquí. Esa conexión humana, sin discursos complejos, tiene un impacto enorme, porque les permite imaginarse a sí mismas en ese futuro.
P. ¿Qué consejo le darías a una chica que está pensando en dedicarse a la investigación en Inteligencia Artificial pero siente inseguridad por cuestiones de género o duda por falta de referentes y apoyo?
Lo primero que le diría es que no está sola. Que esa sensación de inseguridad o de duda es mucho más común de lo que parece, y que no es una señal de falta de capacidad, sino la consecuencia de un sistema que durante mucho tiempo no contó con nosotras, no nos mostró como referentes y no nos hizo sentir que pertenecemos a este espacio.
Pero también le diría que la Inteligencia Artificial —y la ciencia en general— necesitan su mirada. Que la diversidad de experiencias, de sensibilidades y de formas de pensar es esencial para construir tecnología útil, ética y que mejore la vida de las personas. Y que, si ella siente interés, curiosidad y ganas de aprender, eso ya es una base muy sólida.
P. ¿Cómo ves el futuro de la Inteligencia Artificial en los próximos años? ¿Qué campos crees que van a experimentar los mayores avances o cambios?
Creo que la Inteligencia Artificial va a estar cada vez más presente en nuestras vidas. Ya lo está ahora, pero en los próximos años veremos cómo se integra de forma aún más profunda en ámbitos como la salud, la educación, la industria, o incluso la gestión de las ciudades y del medio ambiente.
El potencial de la IA es enorme, y puede traer avances muy positivos: diagnóstico médico más preciso, sistemas educativos personalizados, herramientas para reducir el impacto ambiental, o soluciones para mejorar la calidad de vida de las personas mayores. Pero todo depende de cómo la utilicemos.
Por eso me gustaría ver, además de avances tecnológicos, un avance paralelo en responsabilidad, transparencia y equidad. Que podamos desarrollar una IA centrada en las personas, que reduzca desigualdades en lugar de aumentarlas, y que esté al servicio del bien común.
P. Para terminar, si pudieras soñar sin límites, ¿qué gran avance te gustaría conseguir con tu investigación en IA?
Si pudiera soñar sin límites, me gustaría que mi investigación contribuyese a conseguir una Inteligencia Artificial realmente sostenible, accesible y centrada en las personas. Una IA que no dependa de enormes recursos computacionales ni de cantidades ingentes de datos, y que pueda utilizarse en cualquier lugar del mundo, también en países con menos recursos, para mejorar la vida de las personas.
Sueño con una IA que sirva para reducir desigualdades, para cuidar el planeta, para hacer más eficiente el uso de la energía y de los recursos, y que se desarrolle con criterios éticos desde el inicio. Me gustaría que los algoritmos verdes dejasen de ser una excepción y pasasen a ser el estándar, y que Europa —y Galicia también— jugase un papel protagonista en esa transformación.
En definitiva, mi sueño es que podamos demostrar que otra manera de hacer IA es posible: más humana, más responsable y más justa.