- El 72,5% del alumnado en Ciencias de la Salud son mujeres, pero solo representan el 31,1% en los estudios de doctorado en Ingeniería y Arquitectura.
- La sobrecarga de cuidados es una de las principales barreras para la carrera científica de las mujeres.
- Solo un sistema científico que reconozca la realidad de las mujeres podrá aprovechar todo su talento.
Conciliación, cuidados y ciencia: una ecuación pendiente
La ciencia, ese espacio que se presume objetivo y racional, sigue arrastrando desigualdades estructurales que afectan especialmente a las mujeres. Una de las más persistentes es la dificultad para conciliar la vida personal y los cuidados con la carrera investigadora. Este problema, lejos de ser anecdótico, está documentado y cuantificado en el último informe Científicas en cifras 2025, que ofrece una radiografía nítida de las barreras que impiden a muchas mujeres avanzar en su trayectoria científica.
La carrera investigadora es exigente, larga y, muchas veces, precaria. Los contratos temporales, la movilidad obligatoria y la competitividad por las ayudas convierten la estabilidad en un lujo. En este contexto, las responsabilidades de cuidado —que la sociedad sigue depositando mayoritariamente en las mujeres— se convierten en un lastre silencioso pero poderoso. La tubería rota ("leaky pipeline"), que describe la pérdida progresiva de mujeres en las diferentes etapas de la carrera científica, sigue muy presente.
Según el informe, en el curso 2023-2024, las mujeres representaban el 57% del alumnado de grado y el 56,4% del alumnado de máster. Sin embargo, este porcentaje cae al 50,2% en los estudios de doctorado, y se hunde hasta el 31,1% en los programas de doctorado en Ingeniería y Arquitectura. Este descenso evidencia un abandono silencioso, que muchas veces tiene que ver con la imposibilidad de compaginar la ciencia con un proyecto vital que incluye la maternidad o el cuidado de personas dependientes.
El peso invisible de los cuidados
Uno de los aspectos más reveladores del informe es la inclusión de encuestas a personal investigador. En ellas, las mujeres señalan de forma reiterada la sobrecarga de cuidados como una de las principales barreras a su carrera. Mientras tanto, la percepción masculina de estas dificultades es significativamente menor, lo que apunta a la existencia de una brecha de género también en la comprensión de la desigualdad.
Así, el 45,3% de las personas matriculadas en doctorado mayores de 40 años son mujeres, una cifra inferior a su representación global, lo que podría estar relacionado con una entrada más temprana pero también con una mayor tasa de abandono. Los datos también muestran que en las áreas más feminizadas, como Ciencias de la Salud, la presencia femenina es mayor (hasta el 73,8% en máster), pero esto no se traduce necesariamente en puestos de liderazgo ni en mejores condiciones laborales.
En muchos casos, la llegada de la maternidad supone una reducción en la producción científica de las mujeres, así como una menor participación en proyectos competitivos o estancias en el extranjero. Esto impacta directamente en aspectos clave de la carrera científica, como el acceso a plazas estables, sean estas de profesorado universitario o de personal investigador permanente.
La sobrecarga de tareas domésticas y de cuidados —no reconocidas como trabajo— limita la capacidad de las mujeres para competir en igualdad. Mientras ellas intentan equilibrar horarios imposibles, publicaciones y solicitudes de financiación, muchos de sus compañeros cuentan con una mayor disponibilidad temporal que les permite avanzar más rápido en la carrera.
Brechas en la ciencia: vocaciones y representación
El desequilibrio comienza pronto. La elección de estudios ya muestra fuertes diferencias: mientras que el 72,5% del alumnado de grado en Ciencias de la Salud son mujeres, solo el 28,1% están en Ingeniería y Arquitectura. La situación se repite en los másteres y en los estudios de doctorado, lo que refleja un patrón estructural. Incluso dentro de las áreas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), la distribución no es homogénea: Biomedicina (79,8%), Bioquímica (70,5%) o Biotecnología (62,9%) tienen fuerte presencia femenina, frente a la ingeniería informática o del automóvil, donde las mujeres apenas representan el 11,8% y el 5,6%, respectivamente.
Este fenómeno está vinculado también a la falta de referentes. La literatura científica y divulgativa puede jugar aquí un papel clave. La presencia de científicas en los libros de texto y en los espacios públicos de conocimiento sigue siendo escasa, perpetuando la idea de que la ciencia es cosa de hombres.
Medidas y políticas públicas para una igualdad real
En los últimos años, se ha avanzado en la legislación y en las políticas de igualdad. La reforma de la Ley de la Ciencia en 2022 y la nueva Ley Orgánica del Sistema Universitario (2023) introducen medidas para combatir el acoso, favorecer la igualdad real y mejorar la conciliación. Sin embargo, como señala la propia Ministra de Ciencia, Diana Morant, “las barreras, aunque más invisibles, persisten”.
Un buen ejemplo son los planes de igualdad en las universidades y organismos públicos de investigación. Aunque casi todos cuentan con unidades de igualdad, muchas carecen de los recursos humanos y presupuestarios necesarios. Además, su influencia en la toma de decisiones es desigual y, en muchos casos, simbólica.
Entre las medidas para facilitar la conciliación de la vida personal y profesional en el ámbito científico destacan:
- La consideración de los periodos de baja por maternidad en las convocatorias de proyectos de investigación.
- La posibilidad de interrumpir contratos postdoctorales por cuidado de hijos/as.
- La creación de unidades de igualdad en los centros de investigación y universidades.
Estas acciones de conciliación, como las reducciones de jornada o permisos, siguen recayendo mayoritariamente en las mujeres, perpetuando el ciclo de penalización.
Galicia: políticas pioneras para una ciencia más igualitaria
A través de diversas iniciativas, la Xunta de Galicia está implementando políticas que buscan eliminar las barreras estructurales que dificultan la plena participación de las mujeres en la ciencia.
La Ley Ángeles Alvariño (Ley 13/2021), aprobada por unanimidad en el Parlamento de Galicia, establece medidas concretas para garantizar la igualdad real entre mujeres y hombres en el ámbito universitario y de la investigación. Entre sus disposiciones destaca la obligatoriedad de incorporar mecanismos correctores en las convocatorias públicas de I+D+i, de modo que el tiempo dedicado al cuidado de hijos e hijas no suponga una discriminación en los procesos de evaluación. Además, la ley insta a las universidades y centros de investigación a contar con protocolos para la detección precoz de la violencia de género y la formación del personal en materia de igualdad. También se garantiza el acceso a la enseñanza superior y a la investigación a mujeres con diversidad funcional.
Complementando esta legislación, el III Programa Mujer y Ciencia 2022-2025, impulsado por la Consellería de Promoción do Emprego e Igualdade, cuenta con un presupuesto histórico de 44,7 millones de euros. Este programa se estructura en cuatro ejes prioritarios:
- Visibilidad: Dar visibilidad al trabajo de las mujeres en la ciencia y tecnología, combatiendo estereotipos de género y promoviendo referentes femeninos para inspirar a las nuevas generaciones.
- Igualdad en el acceso y promoción: Fomentar la igualdad real en el acceso y promoción de la carrera científica, apoyando las vocaciones científicas de las niñas y jóvenes, y promoviendo sistemas de evaluación libres de sesgos de género.
- Igualdad en las instituciones y empresas: Impulsar medidas específicas para integrar el principio de igualdad de oportunidades en las entidades y empresas del sistema gallego de ciencia, tecnología e innovación.
- Monitoreo y evaluación: Vigilar la situación de las mujeres en estos ámbitos para contar con información actualizada que sirva de base para futuras actuaciones.
Gracias a este programa, se prevé que unas 600 mujeres se incorporen al ámbito investigador y que unas 30 accedan a puestos de carácter directivo. Además, el programa establece como objetivo incrementar en cinco puntos el porcentaje actual de mujeres entre el personal docente e investigador, pasando del 42% al 47%, y aumentar en tres puntos la proporción de mujeres catedráticas, hasta alcanzar el 27%.
En el ámbito de la conciliación, la Xunta de Galicia promueve diversas medidas para facilitar la compatibilidad de la vida laboral, familiar y personal. A través de servicios de apoyo e infraestructuras, se fomenta la creación de modelos de flexibilidad en el entorno de trabajo. También se impulsan acuerdos con las entidades locales para promover medidas municipales de conciliación y se apoyan iniciativas como los Bancos de Tiempo, que permiten el intercambio de servicios entre personas para facilitar la gestión del tiempo.
Estas políticas integradas reflejan un compromiso firme por parte de Galicia para construir un sistema científico más inclusivo y equitativo, donde el talento de las mujeres pueda desarrollarse plenamente sin encontrar obstáculos derivados de roles de género o responsabilidades de cuidado.
Hacia una ciencia más equitativa y sostenible
Frente a este panorama y para construir un sistema científico verdaderamente inclusivo y sostenible, resulta imprescindible incorporar la perspectiva de género en las políticas de investigación, diseñando estructuras que permitan a las mujeres avanzar sin tener que elegir entre la carrera y la vida familiar. Un modelo que no penalice a quien decide maternar, cuidar o simplemente no vivir para el trabajo. Que valore el tiempo personal como parte de la productividad. Que reconozca que la diversidad de experiencias enriquece la investigación.
Para avanzar, es necesario transformar la cultura científica, repensar los criterios de excelencia y fomentar la corresponsabilidad en los hogares y en los centros de trabajo. Esto requiere cambios profundos como reconocer los tiempos de cuidado como parte de la vida laboral, introducir criterios de evaluación más justos y garantizar plazas estables en momentos clave de la carrera. Es necesario también que los hombres se impliquen activamente en la lucha por la igualdad, asumiendo que esta no es una batalla de las mujeres, sino una tarea colectiva para construir una sociedad más justa. Solo así será posible que la ciencia gallega —y la ciencia en general— pueda aprovechar todo su talento, sin que la conciliación sea un lujo al alcance de unos pocos.
La conciliación no puede seguir siendo un privilegio, sino un derecho. Y la ciencia, si quiere ser verdaderamente universal y transformadora, debe abrir espacio para todas las voces, también las que cuidan.